El Turismo ha sufrido la mayor convulsión de su historia, ya centenaria, a raíz de la pandemia de Covid-19. A diferencia del atentado de Al Qaeda contra las Torres Gemelas en 2001, la guerra del Golfo de 2003, el crack financiero e inmobiliario de 2008 o las cenizas del volcán de Islandia en 2020, que afectaron a la actividad turística de forma tan puntual como desigual, la pandemia paró en seco al Turismo en todo el mundo.
Impacto sobre la industria
Por primera vez en la historia del Turismo, el transporte aéreo comercial suspendió operaciones en los cinco continentes y se cerró la planta hotelera en su práctica totalidad en todos los destinos turísticos del planeta, al igual que las agencias de viajes, los restaurantes o el tráfico marítimo y por carretera. El impacto sobre la industria fue de tal magnitud que, de no mediar ayudas y rescates por parte de los gobiernos de muchos países, el Sector al completo habría quebrado.
En 2022, por vez primera desde el inicio de la pandemia, la temporada de verano ha recuperado las magnitudes de ocupación prepandemia, aunque, habida cuenta de las pérdidas y el endeudamiento generado, estos resultados permiten que las empresas y los trabajadores continúen activos, aunque persiste un notable apalancamiento sectorial.
Por primera vez en la historia del Turismo, el transporte aéreo comercial suspendió operaciones en los cinco continentes
Más que de desajustes coyunturales, la pandemia ha puesto las bases de una desestructuración del modelo económico imperante, que ya se había iniciado hace más de una década, tras el golpe de timón de Estados Unidos que puso fin al proceso de globalización que impuso al mundo, sustituyéndolo por un progresivo regreso al proteccionismo. A esta nueva realidad contribuyó en forma decisiva la crisis financiera e inmobiliaria de 2008, que mostró a las claras (y de forma simultánea en todo Occidente) la vulnerabilidad de los grandes actores del mundo financiero, la volatilidad de activos tradicionalmente sólidos como el inmobiliario y la prevalencia de los mercados sobre los estados a la hora de acceder a la financiación y de fijar la prima de crédito para amortizar la deuda acumulada.
Estos factores, sumados al parón que causó la pandemia, desajustaron el comercio internacional, colapsaron el tráfico de mercancías, enacrecieron la energía y las materias primas y alteraron la actividad de bienes y servicios, entre otras consecuencias, situando la actividad económica en una coyuntura de debilidad extrema. Escenario que, con la llegada de la invasión rusa de Ucrania, ha propiciado una tormenta perfecta, creando una situación tan dramática como compleja que propiciará, según diversos indicadores, la llegada de una depresión económica global a corto y medio plazo.
Con la llegada de la invasión rusa de Ucrania, ha propiciado una tormenta perfecta, creando una situación tan dramática como compleja
El Turismo ha sufrido, tanto o más que cualquier otra actividad económica, la convergencia de todos estos factores. Demostrando, una vez más, una formidable resiliencia y, sobre todo, una extraordinaria capacidad de recuperación, muy por encima de los sectores industriales, como ya se puso de manifiesto tras todas las crisis internacionales enunciadas. Aunque este resurgimiento no es sólo atribuible a la resiliencia sectorial y a la pujanza del consumo de viajes.
El ‘efecto champagne’ que ha caracterizado la actual temporada de verano responde también a una suerte de euforia postpandémica que, al igual que ocurrió en la última gran pandemia (la mal llamada Gripe Española de 1918), habría disparado el consumo de productos y servicios turísticos. Aunque surgen dudas crecientes sobre la evolución a corto plazo del gasto en viajes (en el vacacional más que en el corporativo) y, por ende, sobre el previsible descenso de la ocupación y la facturación del Sector en el último trimestre de 2022 y, muy especialmente, en 2023.
Diversidad del conjunto de sectores
La diversidad del conjunto de sectores que forman la actividad turística, cuyo único factor en común es el cliente, permite prever un impacto desigual de esta tormenta perfecta. Empezando por la motivación del viaje, la elevada demanda existente en el business travel o viaje corporativo, en general, y del MICE (acrónimo en inglés de meeting, incentive, convention & exhibition) en particular, sugieren un escenario positivo a corto y relativamente optimista en el medio plazo. Lo contrario podría darse en sectores como el de gastronomía y restauración, que podrían verse más afectados por el impacto de un eventual desplome del consumo.
Está por ver cómo podrá recuperarse el transporte, especialmente el aéreo, esencial para la conectividad, y superar el dramático apalancamiento financiero actual. Es previsible que se vea afectada la intermediación, tras haber sido sido capaz de superar la amenaza de desintermediación causada por el auge de las nuevas tecnologías. Y, sobre todo, qué futuro aguarda a la hotelería, la verdadera base del turismo, atenazada por la irrupción del alojamiento no reglado y obligada a ser rentable cumpliendo una amplia y exigente normativa, que contrasta con las de los nuevos competidores, que apenas están sometidos a reglas.
Viajar con afán de crecimiento vital y experiencial versus comprar un coche o la posesión de objetos
A favor del Turismo está el paradigma de unas nuevas generaciones cuyo objetivo es “vivir experiencias”, por encima de “tener cosas”. En suma, viajar con afán de crecimiento vital y experiencial versus comprar un coche o la posesión de objetos. Un paradigma que difícilmente parece sostenible en el tiempo. De hecho, la tenencia de bienes (en España sobre todo bienes inmuebles) es una garantía de estabilidad social o un “gran colchón” social, junto al sistema de pensiones, como ha quedado de manifiesto a raíz del empobrecimiento de la clase media provocado por el crack económico y financiero, los efectos de la pandemia y la anunciada depresión.
Sería sumamente interesante anticipar cómo evolucionará la demanda turística doméstica, habida cuenta de la creciente polarización en la capacidad adquisitiva de los españoles, garantizada hasta ahora por más de tres millones de funcionarios (uno de cada cinco trabajadores y el 20% de la población activa) que mantienen su capacidad de gasto e incluso ahorran, contando con la disposición al gasto que otorga un salario actualizado y garantizado de por vida, frente a un sector privado en el que las pymes (que mantienen más del 80% del empleo) y sus trabajadores podrían ver reducido, aún más, su ya deteriorado poder de compra.
Efecto de la inflación
Especial preocupación debe merecer el desincentivador efecto sobre el gasto turístico que tendrá inflación y su influencia en la subida de los tipos de interés y, por ende, en el esfuerzo exigido a las familias e individuos para la amortización de los créditos hipotecarios, en un contexto de subida generalizada de precios.
Debe permitirle al Turismo poner las luces largas para saber si está ante una crisis coyuntural
Las grandes preguntas a las que, mediante un ejercicio colectivo de prospectiva impulsado desde la Mesa del Turismo de España, debiéramos dar respuesta serían, entre otras, si los efectos de la recesión que se anuncia afectarán de forma más o menos intensa al Turismo, cuáles serán los sectores impactados y en qué medida, en qué tiempos y a qué ritmo se producirán y, además de atender al corto plazo, debe permitirle al Turismo poner las luces largas para saber si está ante una crisis coyuntural o, por el contrario, la situación que viene es estructural.
Averiguar, en suma, si estamos ante un cambio de modelo e, incluso, ante el fin del estado del bienestar, tal y como lo hemos conocido en los últimos tiempos. Y es que una economía como la actual, basada en el consumo, se vería inevitablemente alterada por una caída abrupta de la demanda, como la que ya anticipan algunos indicadores solventes.
Los efectos del cambio climático conforman una preocupación generalizada que está impactando,
Por otra parte, los efectos del cambio climático conforman una preocupación generalizada que está impactando, cada vez más, tanto en los consumidores del Norte (especialmente en los grandes mercados emisores, cada día más sensibles y exigentes), como en los prestatarios de servicios turísticos del Sur (muy afectados por la climatología extrema o la escasez y carestía de energía y agua, sin contar con el efecto de la subida del nivel del mar sobre el litoral). Cambio climático que, unido a la sostenibilidad entendida como una exigencia creciente de poner límites al consumo excesivo de recursos, especialmente en materia medioambiental, parece estar operando un cambio en la mentalidad de la humanidad, especialmente en las nuevas generaciones, que serán los consumidores del futuro, y que ven con un creciente fatalismo existencialista su futuro.
Todo ello creo que justifica, sino exige, que desde la Mesa del Turismo de España y el conjunto del Sector Turístico hagamos un ejercicio serio y concienzudo de prospectiva sectorial sobre lo que está por venir, definiendo escenarios que ayuden a los directivos y profesionales a prepararse y, ojalá, a poder adaptarse con éxito al futuro necesariamente diferente que nos aguarda.