La ciudad creció un 16% en este sector el año pasado
León lleva años buscando posicionarse en este escenario y cuenta con una baza clave: una oferta patrimonial, histórica, natural y gastronómica que pocas ciudades pueden igualar. Sin embargo, sigue sin resolver aquello que no se improvisa, ni siquiera con inversión: los compromisos incumplidos por parte de distintas administraciones, que mantienen bloqueados proyectos estratégicos como el Palacio de Congresos.
Aun así, los datos reflejan un avance sostenido. Según la Oficina de Congresos de León, en 2024 la ciudad acogió 67 eventos, con al menos 27.750 participantes. Se trata de un incremento del 16% respecto al año anterior, tanto en número de citas como de asistentes. La propia Oficina reconoce, no obstante, que la cifra real es mayor, ya que no todas las reuniones profesionales pasan por su registro.
En comparación con 2023, el salto es evidente: en dos años, el turismo congresual ha sumado 10.000 visitantes más y 25 citas anuales adicionales. Este 2025 apunta a mantener la misma tendencia, con 6.200 asistentes a congresos registrados solo entre enero y marzo, repartidos en doce eventos.
Problemas de infraestructuras
Pese a ello, León sigue sin infraestructuras adecuadas para dar un salto cualitativo. El Palacio de Congresos continúa paralizado y el actual recinto de exposiciones requiere inversiones que muchas empresas consideran inasumibles. Más allá del Auditorio, y con un Parador que no ha completado su segunda fase de reforma, faltan espacios versátiles y de gran capacidad para acoger encuentros de mayor envergadura.
La planta hotelera tampoco acompaña. Con el Parador funcionando a medio gas y una oferta de alojamientos de calidad claramente insuficiente, la ciudad se ve obligada a limitar sus aspiraciones a congresos medianos, perdiendo oportunidades frente a otras urbes similares que ya rentabilizan este modelo.
Mientras tanto, León sigue aspirando a lo que aún no tiene, atrapada entre el crecimiento de un sector en auge y la inacción institucional que impide que ese despegue sea definitivo. Porque en este tipo de turismo, quien viene por trabajo muchas veces vuelve con su familia: la rentabilidad es transversal, y el retorno económico, colectivo. Pero para que eso suceda, la ciudad necesita algo más que encanto: necesita compromiso real.