La esperanzada llegada al Gobierno del equipo de Mariano Rajoy no ha logrado el efecto benéfico que se esperaba. El lastre del ladrillo ahonda una crisis, en la que el desempleo creciente se suma a la caída del consumo y la sequía crediticia, en una tormenta perfecta. Y el Turismo no es una excepción.
Las políticas de ajuste aplicadas en España por mandato de la Unión Europea, de acuerdo al férreo dictado de Alemania, no lograrán reactivar nuestra economía a corto ni a medio plazo, según opinión general. Así frente a la receta alemana, basada en el control del déficit y la inflación, emerge el modelo (keinesiano) opuesto, basado en el impulso de la producción y el empleo, de Estados Unidos. Ambas políticas económicas, radicalmente distintas, son consecuencia de los grandes traumas que aún pesan en el inconsciente colectivo de ambas potencias, casi un siglo después de los desastres económicos de los locos años 20.
La hiperinflación de 1922 a 1924, que hundió el valor de los activos en Alemania arruinando a familias y empresas, y exacerbó el nacionalismo que generó el nazismo y la II Guerra Mundial, explica la obsesión de la presidenta Merkel, y la asimila a la cajera de una tendera de la Alemania del Este, que gasta en función de lo que hay en caja.
El inmenso drama del paro, que sumió en la pobreza a las familias norteamericanas, a raíz del crack bursátil y la quiebra del sistema financiero de 1929, dando paso a la Gran Depresión, es el trauma que persiste al otro lado del charco.
Estos dos traumas colectivos han generado maneras antagónicas de afrontar una grave crisis como la actual. Sin embargo, remedando al Plan Marshall con el cual Estados Unidos impulsó una Europa devastada por la guerra, España necesita con urgencia un ‘Plan Merkel’ que, en paralelo al control del gasto y la inflación, ponga en marcha un plan de dinamización económica.
Y para ello, es esencial que el Gobierno Rajoy identifique al Turismo como "actividad estratégica", tanto por la aportación de divisas que equilibran nuestra deficitaria balanza de pagos y su condición de generador de empleo de choque, como por su aportación al reequilibrio territorial de zonas menos favorecidas y la capilaridad con que se redistribuyen los ingresos del Turismo entre poblaciones, tanto isleñas o rurales como urbanas.
España debe poner en valor su condición de país o destino receptivo (frente a mercados emisores como el alemán) y poner en esa cesta buena parte de los huevos de la estrategia de crecimiento que propugna Francia, tras el relevo de Sarkozy por Hollande.
Un plan que ha de pasar por acciones que impulsen a las pymes a través de entidades intermedias del Sector Turístico, como son las Organizaciones empresariales.
El Turismo, como actividad económica clave, está a la espera de la llegada del Plan Merkel, aunque nuestro inconsciente colectivo no pueda evitar recordar el fiasco de la inolvidable Bienvenido Mr. Marshall.
Que le sea útil. Ese es nuestro mayor interés.